En muchas ocasiones los políticos ofrecen una imagen de crispación y enfrentamiento entre ellos, teniendo en cuenta que son los interlocutores válidos para iniciar cualquier proceso de diálogo, y dado que les respalda la legitimidad que les han otorgado los votos emitidos por los ciudadanos, deberían mostrar otro talante y mostrarse menos predispuestos a la disputa y el enfrentamiento. Alguien acertaba a decir recientemente que toda opinión, si se realiza desde la crispación, alzando la voz, insultando o menospreciando, pierde toda credibilidad, y aunque esa opinión sea buena en el fondo, se puede haber perdido por las formas. Por tanto, en este, como en cualquier otro proceso de diálogo o negociación, todos habremos de mostrar un talante conciliador, mostrar apertura al diálogo y hemos de tratar de ver la situación desde los diferentes puntos de vista que intervienen, lo que se viene llamando mostrar cintura. Es más, todos tendremos, como en cualquier otro diálogo o negociación de la vida, todos tendremos como decía, que ceder algo, todos tendremos que modificar algo nuestras posturas, evitando no desechar de antemano las opiniones de los demás, para antes o después, terminar esa negociación y desbloquear esa situación. Finalmente veo como una dificultad las elecciones generales del próximo mes de Marzo. Suele ocurrir durante la campaña electoral, que las posiciones y las opiniones de unos y otros se radicalizan, además de que el insulto y el menosprecio son el pan nuestro de cada día. Por tanto, ahora es un mal momento, porque muchos tratarán de sacar beneficio político a posibles conversaciones o diálogos, lo cual va en perjuicio de los resultados obtenibles. Como oportunidades veo que ha calado entre muchos de los políticos y muchos de los ciudadanos que una, quizá la única, salida posible al conflicto que vivimos desde hace muchos años, sea el sentarse alrededor de una mesa y tratar de llegar a acuerdos mínimos. Estos acuerdos, no nos equivoquemos, serán pequeños y los pasos que habrá que dar serán muchos, como muchas serán las reuniones, en las que todos, absolutamente todos deberíamos estar representados para evitar cometer el error de excluir a nadie. Tras las elecciones, y una vez aclaradas las posiciones y opiniones de los ciudadanos, porque no olvidemos que seremos nosotros los que decidamos quienes queremos que nos representen, habría que, una vez que ya no hay lugar a las interpretaciones de sí debe estar este o aquél, establecer un calendario con las reuniones y asistentes y comenzar a debatir, como decía al principio desde la mesura y la apertura al diálogo. Tanto las fechas de las mismas, como los interlocutores podrán ir variando en función de coyunturas, o del camino que vaya siguiendo el proceso.